Se envuelve con humedad sin
dejar escapatoria. Pasas de frío a caliente en un instante, puedes volar a lo
más alto o caer precipitadamente sin que nadie pueda hacer nada y lo más rico
es que siempre quieres más…
Momentos como éste, en el
que el clima selvático es totalmente incierto y loco, me queda el tiempo de
poder tomar una taza de café, justo como a mí me gusta, con la dosis exacta,
como si fuera una pócima de amor. En este instante mi cuerpo se enciende y le
da ganas…de disfrutar el día de inicio a fin.
Siempre he pensado que el
café debe ser caliente como el fuego, negro como los ojos que enamoran, puro
como el deseo y amargo como la vida misma. Al principio cuesta tomar un café
totalmente negro y amargo, pero no tardas mucho en encontrarle el gusto a esa
amargura y es que cuando se aprende a
querer y a convivir con lo amargo, se cierran los círculos viciosos y se
saborea la vida. Yo ahora no puedo vivir sin esa sobredosis a la vena.
El amargo es uno de los 4
sabores de la lengua y quizás el menos explotado. Existen diferentes
compuestos químicos que proporcionan el sabor amargo. La lengua humana es muy
sofisticada, puede distinguir diferentes tipos de amargura, esto quizás por un instinto
de supervivencia, ya que la mayoría de los venenos poseen este sabor. ¡Qué rico! ¡Qué miedo!
Nuestra vida es el claro
reflejo de lo que sentimos y su sabor depende de esas emociones. Cuando estás
como mariposa volando de un lado al otro, encerrada en un globo de amor,
irradiando felicidad y cursilería, te
das cuenta que estás enamorada, es en ese momento que estás sintiendo el
sabor “dulce”, un poco empalagoso, pero al final de cuentas, es dulce y
lo disfrutas, aunque luego termines en un coma diabético.
Otra situación es cuando tenemos
un pésimo día, tu jefe amaneció con el peor estado de ánimo y te lo ha hecho
pagar a ti, no sólo se te pinchó la llanta de la moto, quemaste la ropa al
planchar, no tomaste desayuno, llegaste tarde al trabajo por el tráfico,
perdiste 100 soles y para variar tu
pareja no responde las llamadas; entonces estás totalmente “salado” y ante esto, un poco de agua de azahar no vendría nada
mal.
Todos en algún momento
hemos conocido a una persona totalmente “ácida”
, quiere agradar, se esmera por caer bien, agrega chistes de los cuales no
recibe ninguna respuesta, es esa persona a la que a todas llama princesa o
precioso, es quien en 15 minutos quiere ser tu mejor amigo o amiguísima. Yo
conocí a muchas personas así, la mayoría eran tan ácidas que me terminaba por retirar
con cara de haber chupado limón.
Hoy en día “ser una amargada” para mí no es un
insulto, por eso es que desde hace mucho tiempo empecé por quitarle el azúcar a
las infusiones, a teñir más de negro al café, porque para mí, mientras más
amargo es mejor.
No me preocupa caer bien a
las personas, con tal de no fastidiarlas es suficiente felicidad que les puedo
brindar, lamentablemente vivimos en una sociedad en la que las caretas para
“caer bien” se han vuelto un protocolo que se debe cumplir y eso me genera
acidez, sí, esa acidez que termina por volver la gastritis en úlcera cancerosa.
Me empalago con lo dulce,
el ácido en exceso me pone de malas y lo salado termina por hincharme y dejarme
con dolor de cabeza, sin embargo la amargura me deja un toque exacto para disfrutar,
esto me pasa con mis tres vicios: el chocolate, el café y mi negrito lindo.
La vida y los sabores son
así, para que podamos disfrutarlo debemos aprender a percibir los 4 sabores:
amargo, ácido, dulce y salado. Siempre nos inculcaron a lidiar con lo bueno y
que lo malo es perjudicial, yo opino todo lo contrario, pues cuando aprendes a
lidiar con lo malo, disfrutas más de lo bueno… Porque hasta el sexo más bueno, es aquel que piensas que está mal…
Y
tú ¿qué esperas? Llena de amargo tu vida y sé atrevidamente feliz…
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