Desde que tengo uso de razón tuve
que aguantar y ver a mi abuelo, tíos, primos, amigos y posteriormente a
enamorados: saltar, gritar, amar, desvivirse, ponerse como chimpancés
embriagados y hacer alharacos cuando había un penal o el tan esperado gol por
el equipo de preferencia.
Con el tiempo aprendí que era mejor
aliarme al enemigo, en este caso al fútbol y empecé a agarrarle cariño, los
partidos nacionales se volvieron parte de mis fines de semana, para darle menos
disgusto y más gusto al novio de turno. Pero luego la pasión por la Liga
Española, entre Real Madrid y mi Barza adorado, se volvió pasión, hacía la
canchita, un par de cervecitas y hasta con amigas gritábamos por nuestros
cueros tras una pelota; de ésta manera mi susodicho pasaba a segundo plano y el
fútbol al primero. Las relaciones pasaban de ser cursis enamorados que veían
películas románticas, a dos patas que compartíamos el amor por el Deporte Rey,
esa pasión que nos liberaba de ciertas toxinas y drogas instaladas en nuestros
cuerpos, adrenalina que estallaba y nos relajaba, a veces enojados por la
derrota y otros excitados por el triunfo.
Trasladándome a la realidad, no logro
entender cómo aquel Deporte Rey, con un Pelé, un Maradona o hasta un Messi, se
pueden quedar enterrados en su gloria cuando esas pelotas a las que se persigue
por un gol y un triunfo, se quedan manchadas con sangre, violencia, muerte y
decepción de lo que ahora cubre las páginas amarillas de diarios nacionales.
Recordar la muerte de un adolescente que fue quemado con juegos
pirotécnicos utilizados dentro de las barras de los clásicos nacionales, o el sonado caso en el que un grupo de jóvenes
barristas se subieron a un micro en Lima, terminaron empujando a una señorita
con un futuro por delante, destrozándole el cráneo en el pavimento y con ello
todos sus sueños, que por desgracia de la vida, de un partido de fútbol y un
par de estúpidos barristas que pretendían jugar a ser Satanás terminaron
acabando con la vida de esta joven, que su única culpa fue subirse al micro
equivocado que la llevó directamente hasta su muerte.
La estupidez humana y con ello la
muerte no conoce clases sociales y mucho más si hablamos del deporte de “machos”
con demonios azules incorporados que invaden sus cuerpos. La violencia no es privilegiada sólo en barrios
marginados, ahora está más instalada en aquellos “pitucos”, que tienen al poder
y el dinero como su mejor aliado. Estar en lujoso palco para presenciar un
partido no les asegura estar en su zona de confort. Así recordamos el tan mediático Caso Oyarce, aquel
joven, que por circunstancias de la vida, dos delincuentes de alto vuelo, con
aires de soberbios y con sangre cubierta de violencia, lo botaron desde la
parte más alta del estadio y lo estrellaron contra la muerte.
¿Qué pasó desde ese último incidente?, una pena muy ligera para el
loco y su amigo. ¿Qué hizo el Estado frente a actos de violencia? Un partido de fútbol
se vuelve un armar mortal para acabar con la vida de personas y nadie hace nada
por remediarlo, todo queda en una noticia, en una semana mediática en los
medios de comunicación, en limpiarse las manos y dejar que pase, hasta la
siguiente víctima.
Y así, hace menos de una semana
en guerra de entradas de los empadronados blanquiazul y cremas, la pasión que
los unía, fue la misma que los terminó matando. Murió un joven más, con balazos
en el pecho, sin sensibilización de los presentes, su agonía fue grabada en
vivo y en directo, cargado como cuando llevan reces al camal y luego
comercializan con su carne.
No se trata de comercializar con
muertes, pero ya es hora de hacer un STOP, detenerse a pensar que no podemos
manchar las calles y las banderolas con sangre. No es cuestión de lucrar y
beneficiarse de los buenos millones que suelta el fútbol, sino mas bien hacer
que este deporte genere pasión, entusiasmo en nuestros niños y jóvenes, NO
TERROR cuando se avecina un partido o un clásico, que familias tengan que
encerrarse en su casa, como presagio de Apocalipsis.
La Apocalipsis futbolística está
llegando a manchar el Perú de sangre, lo peor de ello es que no ha existido una
profecía de por medio, sino que todo está pasando tranquilamente. Se ha vuelto
normal que se pierda vidas de barristas, jóvenes, pitucos o delincuentes,
porque ya es parte de éste Deporte Rey y que si existe una corona, es como la
de Pilatos, porque los entes encargados terminan lavándose las manos
descaradamente.
El fútbol es un deporte, no volvamos
estos partidos en grandes shows de toros y toreros, en los que ver morir
apasiona y enciende a las personas. Que esto no se vuelva comercio de sangre y
carne en base de violencia deportiva.
“Dios, perdónalos, porque no saben lo que hacen”
Buena publicacion ...!! felicitaciones ..!!
ResponderEliminarDead se agradece tu preferencia en las publicaciones. Buen día.
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