“No debes comer carne”, “No debes gritar, discutir, ni pelear”, “Arrepiéntete”, “Jesús murió por nuestros pecados… ¿Pecados?, sí, los 7 capitales, algunos visibles y otros no tan visibles, sin duda todos en algún momento de nuestras vidas “hemos pecado”.
Semana
Santa, semana de reflexión, fecha en la que fieles y también hipócritas se
arrepienten de sus pecados, prometen cambiar, se santifican por 3 días, otros
no tanto, y lo cambian por Semana de Trancazos, no exactamente con vino, sino con
otro tipo de alcohol. Sin duda Semana Santa y su saga de películas nos termina
envolviendo, recordando y martirizando de la muerte de Cristo, por nuestra
culpa, culpa y gran culpa…
He
pecado y no me arrepiento, porque pecar me ha enseñado, me caí, pero me
levanté, puedo decir que he gozado y he vivido. No he llegado a extremos, pero pequé y decirlo no me
averguenza, pero por lo contrario y con mucha conchudez se ve en la sociedad
que uno de los tan sonados pecados conlleva a consecuencias lamentables, asesinatos,
muerte, desastres, etc. Esto se remonta
hace muchos años atrás, motivo por el cual Jesús apareció en el antiguo mundo, dónde predominaba el sexo, la promiscuidad, la
homosexualidad y el desenfreno que lo realizaban con mucha naturalidad y desfachatez,
resumiéndolo en uno de los pecados, en la LUJURIA.
María
Magdalena, uno de los personajes bíblicos recordados por su deseo y su
actividad sexual a través de la prostitución, quién en esos tiempos de soberbios
y pecadores, casi terminan apedreándola, hasta que Jesús la salvó. En algunos
libros indican que fue amante de él, cierto o no, la lujuria se remonta a esa
época.
¿Qué
es la lujuria?, es el deseo sexual desordenado e incontrolable. Concepto
idealizado, pero ejemplificado: es el hombre o mujer que por puras ganas de
experimentar y gozar es infiel, que una persona al verse traicionada mata a su
pareja a pedacitos, ahorcándola, dándole veneno, cortando sus genitales, etc.
Por lujuria se deja hijos abandonados, se pierde hermosos matrimonios, se pierde
hermanos y amistades, por lujuria perdemos la vida.
Vanessa
Oliveira (Brasilera, prostituta y escritora del libro “100 secretos de una dama
de compañía), nos revela la pasión que puso en la prostitución, de esta manera
se desnuda, el ser prostituta no era para ella una condición en la que era
esclava de tener sexo sólo por dinero o por necesidad, ella era prostituta por
que le gustaba serlo, actividad que la abrió al mundo y saco su segundo libro
“Seducir clientes” que habla de cómo realizar marketing en relación a su
desarrollo magistral en la prostitución, la lujuria.
La
prostitución en la actualidad no es como lo pintan los índices de pobreza y
necesidad, hoy es una actividad que genera ingresos de gran magnitud y a la vez
una satisfacción a ese deseo vivo, pero pagado, y hasta existe la prostitución
de alto vuelo en modelos, anfitrionas y centros de estudio de nuestra suciedad.
En
los medios de comunicación las noticias diarias son: “Hombre asesina a su
esposa y a sus hijos y luego se suicida”, “Mujer corta testículos a su esposo”,
“Hombre mata a amante”, etc. Revelaciones de acciones del hombre que
desencadenan en muerte. Y me pregunto ¿Es tan poderosa la lujuria?, justamente
tan poderosa como para subirte a lo más alto de una montaña y hacer que desciendas
sin paracaídas, para sufrir en carne viva el precio de ese deseo carnal,
pecador y con sentencia divina.
El
cuerpo llama al cuerpo, el deseo se encarna en tu ser, la pasión te envuelve y
enloquece, lo prohibido excita el alma, el sexo predomina por sobre todas las
cosas y estar con uno, dos o tres, es totalmente normal si de lujuria hablamos
y si nos instalamos entre los pecadores.
Recuerdo
haber preguntado a una amiga si amaba a su enamorado y me respondió que no,
pero que el deseo que los unía era lo que los mantenía juntos, que la pasión
era explosiva y el sexo era lo que mejor sabían hacer, con el tiempo, así como
llego se fue, pues apareció otra persona que era mucho más experimentada en el
rin de las cuatro perillas y adiós relación.
Dante
Aligheri en su Divina Comedia ejemplifica de manera aberrante y ubica en el segundo círculo del Infierno a
aquellos que han pecado de lujuria. Dante condena a
estos "malefactores carnales" por
dejar que sus apetitos sobrepasaran su razón. Ellos son los primeros en ser
verdaderamente castigados en el Infierno. Estas almas están condenadas a ser
impelidas por un fuerte viento que las embiste contra suelo y paredes, las
agita y las hace chocar entre ellas sin descanso, de la misma forma que en vida
se dejaron llevar por los vientos de la pasión.
Hoy
es sábado de gloria, gloria al padre al hijo y al espíritu santo, de todas
maneras gracias señor por habernos limpiado de algunos pecadillos, esperemos
que Dios no descargue su furia para limpiar el mundo tan pronto, aunque para
ser sinceros, una limpiadita y con lejía ya es justo y necesario.
“Dios perdónalos porque no saben lo
que hacen”
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